Pintura

Larco, Jorge

Buenos Aires
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Nació en Buenos Aires el 2 de enero de 1897 y falleció en la misma ciudad el 16 de octubre de 1967. Estudió en Madrid, siendo sus maestros Julio Romero de Torres y Alejandro Ferrant. En 1913 trabajó en México con Roberto Montenegro. A su regreso a la Argentina en 1916 ejerció la docencia en las Escuelas Nacionales de Bellas Artes hasta 1951. Concurrió al Salón Nacional en 1917, 1919, 1921 a 1923, 1925 a 1928, 1930 a 1944, 1946, 1947, 1956 y 1957; expuso en Río de Janeiro en 1939, Nueva York, San Francisco en 1939, Museo de Virginia Estados Unidos en 1940 y Museo Riverside de Nueva York en 1939, Salón de Acuarelistas y en la Exposición Internacional de París en 1937. Obtuvo dos Medallas de Oro en la Exposición Internacional de París en 1937, Medalla de Oro en Acuarela en el Salón de Viña del Mar en 1938, Tercer Premio en el Salón Nacional de 1923, Primer Premio en el Salón IV Centenario de la Fundación de Buenos Aires en 1935, Primer Premio en la Exposición Internacional de Bruselas en 1958 y Premio Calderón de la Barca de la Academia Nacional de Bellas Artes en 1964. Expuso individualmente en Amigos del Arte en 1930, 1934, 1935, 1937, 1938 y 1941, Salón Melita Lang en 1932, Agrupación Impulso en 1940, galería Nordiska en 1943, Peuser en 1945, Museo Provincial de Bellas Artes de Buenos Aires en 1947, Moretti de Montevideo en 1920, Museo de Arte Moderno de Madrid en 1946, México en 1955, OEA de Washington en 1955 y retrospectiva en Montevideo en 1957. Cultivó la ilustración escenográfica, decoración de interiores y vidrieras. Pintó desnudos, flores, figuras, retratos, bodegones y paisajes, del Delta, de Córdoba, de España y del suburbio porteño. Romero Brest fue preciso, cuando dijo: “Larco insinúa, sugiere, casi no dice, con su pincelada suelta, aérea, con sus tonos diluidos de acuarela, siempre diferentes en matiz o en valor. Las formas aparecen, se dan la mano, danzan, merced a ritmos muy sutiles de trazos y color, a armonías quintaesencias en las que el espíritu a veces se pierde a un juego aéreo e incorpóreo. Las notas más altas las alcanzó en los paisajes, tal el caso de algunos pintados en Brasil donde integró el colorido vibrante de su paleta con la hondura panteística de su emotiva sensibilidad ante la visión de la naturaleza”. (Romero Brest).